¿Hay esperanza para los cientos de mujeres indígenas desaparecidas y asesinadas? Un artículo de Rachel Monroe en The New Yorker plantea esta pregunta, y la respuesta puede estar en la fuerza de otras mujeres indígenas. Lela Mailman se convirtió en defensora de los sin voz después de que su hija de 21 años, Melanie James, desapareciera en 2014 en Farmington, Nuevo México, ciudad limítrofe con la Nación Navajo. La policía local y los medios de comunicación parecían indiferentes; el nombre de Melanie aparecía mal escrito en los informes y no se introdujo en el Sistema Nacional de Personas Desaparecidas y No Identificadas (NamUs) hasta tres años después. Mailman buscó la fuerza en los números, uniéndose a las madres de otros niños desaparecidos en marchas, protestas y reuniones de oración. El movimiento #MMIW en las redes sociales se remonta a 2012, cuando la periodista canadiense Sheila North, miembro de la Nación Cree, empezó a utilizar el hashtag para concienciar y desencadenar acciones en Canadá y Estados Unidos. "A North le llamó especialmente la atención cuántos casos quedaban sin resolver, lo que para ella era una prueba de que la sociedad consideraba a las mujeres indígenas esencialmente desechables", señala Monroe. El caso de Melanie James es uno de los más de 4.000 casos sin resolver de indígenas estadounidenses y nativos de Alaska desaparecidos y asesinados, según la Oficina de Asuntos Indígenas. "Al escuchar a la familia de Melanie contar su historia, tuve la inquietante idea de que la justicia en su caso podría no parecerse a respuestas, detenciones y condenas, sino, por el contrario, a que los siguientes casos de personas desaparecidas se abordaran respetuosa y rigurosamente la primera vez."